domingo, 19 de abril de 2009

Historia de Dos Ciudades







ELIBETH EDUARDO


Antes de que nadie me acuse de imprecisiones irrespetuosas o inexcusables debo reconocer que - en contra de mi voluntad - nunca he leído este libro de Dickens: por alguna razón, inexplicable para mí, no formaba parte de las muchas colecciones de clásicos de la literatura que mi abuelo se encargó que tuviéramos a mano durante nuestra niñez. Tampoco he logrado encontrarla (por ahora) en las muchas reediciones de clásicos que cada vez con más frecuencia proporcionan los periódicos. Finalmente, supongo que es tenida como inapreciable pues no la he hallado en las ventas de libros usados. En cualquier caso, no es el punto.

Por fortuna, es un libro que ha sido citado en algunos otros que he leído (Intriga en Bagdad, Mujercitas, etc.) y que tiene varias versiones cinematográficas. De allí que pueda hablar de él... acotadamente, casi como si lo hubiera leído. Insisto en el "casi" porque, para los efectos de esta nota, lo que vale es la trama y no los detalles de la misma: la intención del autor más que los personajes que construyó.

Establecido este punto (con las disculpas a mi ignorancia) vayamos a lo que quiero abordar.



Todas las guerras, cualquier guerra

Casualmente en un mismo fin de semana tuve conversaciones difíciles con amigas que no viven en el país por el abordaje de temas complejos.El primero, el de los veteranos de guerra y sus experiencias: cómo quedan marcados y la injusticia de la guerra (cualquier guerra) que los lleva a ellos y sus seres queridos a una realidad que debería ser desterrada.De más está decir que ingleses pero, especialmente, estadounidenses, han constituido la mayoría de los veteranos del planeta casi que en todos los tiempos, superando largamente a italianos, franceses, holandeses, chinos, japoneses, rusos y alemanes... Por citar solo los más conocidos pueblos de guerreros de la humanidad.Para no extenderme en el tema, diré sobre la diferencia de criterios que me identifico tanto con la epopeya de más de un siglo de los gringos como mi amiga con la de los salvadoreños, nicaragüenses, argentinos o colombianos, por nombrar algunos de los pueblos latinoamericanos que dejaron veteranos de guerra por lo menos en los últimos 30 años del la pasada centuria.Al respecto y para concluir el punto sólo citaré una reflexión de Chuo Torrealba (basada en un escrito de alguien que no sé quien es) al señalar la diferencia entre el soldado estadounidense y el vietnamita: al completar su "servicio", el estadounidense volvía a la paz de su país. El vietnamita (como el colombiano, salvadoreño, etc.) no tenía más opción que pelear hasta la victoria o la muerte. Justo el dilema que, con variaciones, nos tocará enfrentar a los venezolanos... y he aquí la otra conversación compleja con alguien que está afuera…



"Era el mejor de los tiempos. Era el peor de los tiempos"

Frente a proyectos o compras de vivienda de algunos de nosotros, mostró confusión. "Nosotros desde aquí (España) los vemos bastante jodidos. Pero si siguen pensando en comprar o están comprando... pareciera que las cosas no están tan mal". Tiene razón... y sin embargo se equivoca.Por ello le expresaba en la conversación que siguió a esa declaración que, estén como estén las cosas, hay que vivir y trabajar por salir de esto: por más que parezca que es imposible, que la dictadura perfecta de Chávez nos avasallará a todos llevando a Venezuela a una suerte de Cuba petrolera o, más bien, la versión latina de Rusia incluyendo, quizás, a sus Putin y Mevedev. Me recordó el estupor e incomprensión que nos causaban los chilenos y argentinos de las dictaduras recientes así como los juicios particularmente duros que he emitido tanto hacia palestinos como israelíes (especialmente) por mantenerse viviendo en una zona de guerra y respaldando electoralmente a quienes mantienen la misma.Puesto que el saldo de la guerra civil de baja intensidad que nos ha declarado el chavismo incluye los muertos del hampa (por lo que los gringos llaman "complicidad por indiferencia depravada") superan en los últimos 10 años las bajas de israelíes y palestinos, quizás deba declarar que tiene más sentido mantener posiciones en la Franja de Gaza que comprar una casa en San Antonio de los Altos, criar hijos en Maracaibo o simplemente, hacer algo en Venezuela que suponga algo más que el apertrechamiento indispensable para la supervivencia... O, como diría Axel Capriles, para instalarnos cómodamente en el estado de anomia (finalmente entiendo perfectamente a que refiere el término) al que quiere y está logrando encadenarnos el régimen a punta de desesperanza aprendida, ansiedad y frustración.Por eso odio sentir que he sido poseída de un optimismo irracional: sí, creo que la revolución chavista ha servido para que el cambio político que ofreció sea hoy la ejecución (con todas las dificultades) de quienes están en la oposición. El trabajo político con y por la gente; la búsqueda de mejores condiciones de vida; búsqueda del respeto de la pluralidad de las opiniones e inclusión para todos, así como el adecentar y profesionalizar la política en la búsqueda de un mejor país, una mejor democracia y la construcción de una ciudadanía que sepa y entienda - aunque no le guste - que el "se acata pero no se cumple" que ha sido nuestra máxima frente a la majestad de la ley es, justamente, lo que hace al chavismo tan repulsivo y repugnante, tan arbitrario injusto. Tan incompetente y corrupto. Tan nuestro...

Ese cambio se produce, lenta y dolorosamente frente a las ilusiones, las creencias y las promesas rotas del líder que encarna lo peor de nuestra historia como pueblo. El rechazarlo hasta la agonía; denunciarlo hasta la mudez y combatirlo sin alternativa (como el soldado vietnamita) me hace diferir de quienes sienten vergüenza por ser venezolanos o vivir en Venezuela, como si fuéramos culpables del Holocausto que todavía tortura a los alemanes y que pagan con su tierra, su cultura y su sangre los palestinos.

La neodictadura totalitaria, que perfecciona las "hazañas" de Hitler, el PRI mexicano y Fujimori es un reto histórico que enfrentamos aprendiendo de nuestros errores y sin abandonar en manada al país como hicieron (y no los culpo) los siempre ensalzados cubanos.

Es el peor de los tiempos... Y lo resistimos hasta en el desaliento. Mientras, nuestros políticos aprenden con nosotros a enfrentar un proceso inédito que ha sentado las bases para una nueva generación de líderes comparables a los fundadores de la democracia y a los libertadores.

Es, también, el mejor de los tiempos.


La mirada ajena

Lo que hace de Historia de Dos Ciudades tan fascinante es la mirada absolutamente horrorizada que Dickens nos brinda de un proceso social y político que cambió los valores del mundo y que, sin embargo, permitió que un militar oscuro y ambicioso como Napoleón pudiera convertirse en Emperador de Europa.

La Francesa, además de caos, muerte, opresión e injusticia, construyó un tirano sanguinario (quizás más de uno, si pensamos en Robespiere) en nombre de la República, la democracia, la igualdad, la fraternidad y la libertad.

Dickens nos desnuda estas verdades, desde la Londres contemporánea a la Revolución… que era la ciudad más peligrosa (delincuencialmente) de su tiempo. Sin embargo, su mirada es de estupor frente a un caos que le es ajeno, por más que las prostitutas de su ciudad estuvieran siendo diezmadas por Jack el Destripador.

La mirada ajena, como puede verse, ve mejor de lejos que de cerca. No le quita esto, sin embargo, relevancia a la mirada de Dickens que coloca a la RF en todas sus dimensiones, para que evaluemos lo bueno que dejó sin olvidar el dolor, la miseria, el caos y las vidas que costó.

Espero que el libro de Sammy sobre los veteranos aporte ese mismo valor: no las hazañas de los héroes gringos sino la reflexión aturdida de quienes nos preguntamos cuántas guerras más encabezarán los marines y, si alguna vez, coincidiremos con sus causas. Qué bueno sería que estuvieran defendiendo civiles en Darfur en lugar de acabar con sembradíos de drogas en Afganistán o Colombia, por más que esto último nos resulte cercano.

Del mismo modo, espero que, mientras este artículo y otras historias se escriben de lo que pasa en Venezuela desde la miopía de la inmersión, en alguna parte alguien nos mire y nos cuente con ojos como los de Dickens, mostrando la gloria y la miseria que, desde nuestra orilla, nos resulta irrelevante, invisible o inapreciable...

Ya sea Alberta, Willemstad o Sevilla, Caracas también merece una ciudad desde donde se cuente su historia viendo, desde lejos, mucho más allá de lo evidente. Así, algún día, tendremos una mejor visión de la maldición china en la que estamos metidos y para la cual, al parecer, no tenemos clara la fecha de vencimiento. Lo que sí tenemos es la certeza (parados en el centro de los mismos) de que ni siquiera los tiempos interesantes de los chinos duran para siempre.

Ni hay pueblo que los resista...



Enviado desde mi dispositivo movil BlackBerry® de Digitel.

1 comentario:

Anónimo dijo...

de todos tus post este es probablemente el que más me ha impactado, quizas porque ha puesto en blanco y negro una inquietud latente que he compartido desde hace mucho. La sensación de asombro que me genera que personas a las que aprecio mucho "me culpen" por vivir en Venezuela, como me he encontrado a mi misma en conversaciones de "calle ciega" defendiendo mi posición de vivir aqui "a pesar de todo", justificando los más sencillos los consumos: vacaciones, transporte propio, vivienda, como si fueran tan "increibles". Asi mismo, porque me he visto "miope" ante la avalancha de información que representa tratar de "entender" nuestra realidad, abrumada buscando un "marco de referencia" que me aporte un poco de tranquilidad. Sin embargo, desde hace ya varios años mi fe permanece imperturbable, será como dicen los chinos que quiero vivir en estos "tiempos interesantes" creyendo que puedo hacer una diferencia.