domingo, 5 de julio de 2015

VOTAR EN LAS PARLAMENTARIAS, APOYAR A LA VINOTINTO

"Tú eres mi selección por eso te quiero, te quiero... ¡Te quiero!"
Cuña de Pepsi Venezuela                
                         
                                                                                                                               ELIBETH EDUARDO                                                                                                                                              @ely_e

Quizás sea un problema de memoria o de nunca haber estado prestando mucha atención pero no creo recordar otra época en que hubiese cuñas de la selección para la Copa América.
Estás - en mi memoria - están reservadas para la "temporada Mundial", es decir, cuando se acercan la definición de las eliminatorias. Quizás por eso siempre sentí un poco de envidia de las hermosas cuñas, por ejemplo, de la cerveza Quilmes, en las cuales, incluso, recuerdan los momentos "en que no han sentido orgullo por la camiseta".
Supongo que debe ser muy caro ser patrocinante de la selección Argentina. Pero seguro - también - las personas aprecian ese esfuerzo y respaldan con cariño a esas marcas. Premian esa asociación con una institución que constituye parte fundamental de su identidad nacional.
¿Le pasa lo mismo a las marcas que apoyan a la Vinotinto? En mi caso si pero creo que muchos, en cada derrota, piensan en re-ponerse su camiseta de Brasil. Las derrotas recientes de la selección carioca los debe tener huérfanos. Aunque Messi ha logrado restarle votos al partido ToCoAr (Todos Contra Argentina).
¿Por qué, entonces, cada día son mejores las cuñas? Porque las empresas entienden que conectarse con una aspiración, con un sueño es bueno y, también, que se les vea apoyando a construirlo.

SIN EMPATÍA. Pero, sin embargo, seguimos criticando mortalmente a la vinotinto cuando pierde, esperando salidas mágicas cómo que el cambio del entrenador (para muchos, el mejor del país) era suficiente para convertirnos en la Argentina de Messi que, por cierto, tampoco pudo ganar la Copa América.
Sin caer en la trampa "futbolística" de qué le pasa a nuestro equipo, lo cierto es que no reconocemos logros si no son los que queremos obtener. El que se diga que somos una selección "otrora débil" e, inclusive, "que merece respeto" dentro de la confederación de fútbol más difícil y pareja del mundo no nos importa. Nadie se conduele de los jugadores. No hay empatía. Ni si quiera se asume con ellos la actitud de los - otrora - partidarios de España: "jugaron como nunca y perdieron, como siempre".
Algo parecido nos pasa con la oposición: cómo no es LA que queremos o COMO queremos, nos "vamos demasiado". Ni siquiera asumimos nuestra "parte" en sus fracasos, tal como paso con el paro, la abstención que le entregó la Asamblea Nacional y, recién, con "La Salida".

"¿NOSOTROS, EL PUEBLO?". En contraste, veo mucho de lo que me gusta y de lo que me define en esa selección: me gusta su ritmo, su garra, siempre me parecen varones en la derrota pero no se dejan pisar ni humillar.
Y me recuerdan al país cuando pareciera que se ponen las pilas demasiado tarde o cuando algo sale mal. O, peor, cuando no hay nadie que alcance al gran Rondón que se mata por esta donde debe estar "para hacer mi trabajo que es hacer los goles"... pero la pelota no le llega. No lo alcanzan.
Y él todo en la cancha. Pero la pelota no llega. A él: goleador absoluto de la liga rusa. Rondón como Messi saben que un solo palo no hace montaña. El triunfo - como el país - es una construcción colectiva y no la suma de los recursos y la suma infinita de buenas intenciones.
Pero es más fácil quejarse. En su artículo de esta semana, mi amigo Carlos Delgado (@cardelf) recoge algunas ideas de Arturo Peraza, provincial de los jesuitas en donde, acusa de "negatividad pura" a la oposición porque no tiene "narrativa", 
"No basta con hacer buenos gobiernos y diseñar buenas políticas públicas", dice. ¿En serio? ¿Acaso parte de la debacle que todos sentimos no nos viene de que ya el metro no es ordenado ni Chacao limpio? ¿No aumenta la "disposición migratoria" cuando aumentan los homicidios en San Antonio y Chacao, aunque se reduzcan en Petare, como ha logrado (contra todo pronóstico) Ocariz? ¿Qué dice la tasa de CERO homicidios en un año de El Hatillo versus las matanzas de las "zonas de paz? ¿Seria lo mismo el país si la "cultura Metro" y el "efecto Chacao" se hubiesen mantenido?
Solo hay que ver cómo cambio Maracaibo con Rosales que hasta Di Martino mantuvo los logros a diferencia de Grateron.
Seguimos privilegiando las patadas a la mesa y las "salidas" rápidas y dejamos solos a quienes construyen el país que deberíamos ser porque no nos dicen lo que queremos oir.
Se dice que todos ellos están anclados en el pasado. Imposible.
No puede volver al pasado porque el país que fuimos no existe. Para bien o para mal.
No hay instituciones, hospitales, médicos, ni plata en PDVSA.
Los diagnósticos sobran. Lo que hará falta si logramos reconquistar el poder - empezando por ganar el poder - es demostrar que se puede reconstruir las instituciones democráticas para que sean lo que siempre hemos querido que sean y que el Estado deje de sabotear las gestiones exitosas de los opositores, de los - pocos - alcaldes chavistas que hacen (parcialmente) su trabajo y, además, que apoye al empresariado que produce riqueza en el país para que acabemos con la escasez y la inflación.
Un futuro mejor no se construye con un plan sino con acciones que corrijan los errores y muestren que los triunfos son alcanzables para que todos trabajemos hacia y porque "el país con las oportunidades que queremos" sea, de una vez por todas, Venezuela y no España, Estados Unidos, Australia, Canadá, Panamá y un largo etcétera.
Para lograr eso necesitamos no cambiar la noción de pueblo sino la cultura de liderazgo.
Alguien que no hable del pueblo al que hay que compensar (aqui coincido con @cardelf) sino que se identifique con lo que hay que lograr.
Que diga: "nosotros, el pueblo".
Cómo sea, igual se empieza por ir a votar.Porque para construir un mejor futuro, todos tenemos que comenzar a cambiar.
Dejar de pedir y comenzar a dar.
Aunque sea para intentar tener un país decente al cual regresar si, de verdad, se quieren marchar.
No hay otra.



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