lunes, 31 de julio de 2023

Mientras repican los tambores 


Incluso cuando no haya parada militar en Carabobo, el 24 de junio siempre será día de fiesta en Venezuela.

Eso lo sabía Ramón J. Velásquez. Por eso le pareció un buen día para morir.

"Esa es la enfermedad profesional de los dictadores: querer ser Dios", Agatha Christie en Destino Desconocido

Elibeth Eduardo / @ely_e

No basta con tener conciencia histórica. También es buena idea tener olfato periodístico: es una cualidad útil y encantadora. Por otro lado, mi madre siempre dijo que hay gente que sabe morir.
Alguien cuyo deceso ocurrió en una de las efemérides más importantes del país y que - justo - coincide con la fiesta popular del santo más querido tiene, sin duda, todos estos talentos y cualidades.
Para mí eso se resume en tres palabras: Ramón J. Velásquez.
Periodista, historiador, abogado, político… intelectual siempre, el doctor Velásquez muere - nada más y nada menos - cuando conmemoramos la Batalla de Carabobo.
Sí: esa que - ¡por fin! - iba a garantizar que la Independencia y la República se lograrían. Todavía faltaba la batalla en el Lago, pero en tierra, aquella fue esencial.
Curiosamente, esa efemérides se celebra mientras que en toda la costa del país, desde la noche antes, repican los tambores que le cantan cumpleaños a San Juan.

Conocedor de kiosqueros y vendedores de café

Por supuesto, la alegre celebración de San Juan es muy anterior a la Independencia. Sospechosa, además, de encubrir sincréticamente la muy pagana tradición al arribo del solsticio.
Pero Ramón J. no era hombre de tambores: ni militares ni de fiesta. Estos últimos porque, como buen gocho, no estaban en su idiosincrasia.
No obstante, entendía la inportancia del "santo negro" como un hito popular. Como un rito identitario, sembrado en la Venezuela profunda.
No, no era un intelectual distante: comprendía al país en toda su tortuosa evolución y rica complejidad.

Tambores

"Yo he conocido tres Venezuelas. Y lo único nuevo que he visto bajo el sol es la DEMOCRACIA".

Tuve la suerte de ver desde el palco de prensa la maratónica sesión del Congreso de la que salió para asumir la responsabilidad de sacar del túnel a la nación cuando cruzaba uno de sus callejones más confusos, tristes y oscuros.
Uno de los resultados de esa experiencia fue su declaratoria de "independiente" cuando, más bien, se le había asociado siempre con la toda blanca.
Quizás por ello, luego, los errores y pecados de otros le han escamoteado lo mucho que hizo (fruto de décadas de estudio y trabajo) en el cortísimo tiempo de su presidencia.

En buena compañía

Reposa Ramón J. en el Panteón del corazón de los republicanos militantes, junto con Vargas, Espejo, Leoni, Ruiz Pineda, Machado, Andrés Eloy, Aquiles, Betancourt, Briceño-Iragorry, Zapata, Pancho Herrera y tantos otros.
No puede ser de otra forma: todos ellos fueron héroes civiles que - pronto - tendremos que desempolvar para que deslumbren a las nuevas generaciones por sus aportes al país.
Doctor: por ahí andan todos los libros que procuró que vieran la luz, propios y de terceros. Esto incluye los de la Fundación Herrara Luque y los que celebraron el Quinto Centenario del Descubrimiento.
También los de escritores e intelectuales que animó a escribir. La doctora Senta Essenfeld recién editó su autobiografía. Y hay un nuevo libro (el primero) sobre el MACSI de Sofía.
Otros a quienes usted inspiró están preparando ediciones.
Todos ellos son, también, su legado.
Mientras, pese a la larga noche de los últimos veinte años, aun tenemos gobernadores y alcaldes electos. Como sabe, perdimos el Senado y las Juntas Parroquiales. Ya volverán.
Las universidades resisten y se re-inventan. Los periódicos y los periodistas - con mucha dificultad -, también.
Sobrevivimos esperando la próxima batalla por la democracia, conscientes de que rendirse nunca será una opción.
Aprendemos de esa generación de oro de la que usted formó parte, hace casi un siglo atrás: la del "28".
Ustedes, como los Libertadores, recibieron muchas derrotas. Pero JAMÁS se dieron por vencidos.
Gracias por eso. Gracias por todo.
Brille para usted la luz perpetua.