domingo, 25 de diciembre de 2022

Querido Niño Jesús: Gracias por Kindle

"Todo aprendizaje genuino es activo, no pasivo. Es un proceso de descubrimiento en el cual el alumno es el agente principal", Adler, 1982.

Elibeth Eduardo / @ely_e 


Aclaremos algo de entrada: nunca he hecho esto. Una de los hechos curiosos que distinguió mi niñez fue que mi madre no nos crió con la creencia de regalos traídos por ningún tipo de magia: ni Santa ni Reyes ni nada que se le parezca. Eran fuerzas que permitían que pasarán las cosas pero no las HACÍAN pasar. 

Por lo tanto, jamás hice una carta que dijera "Querido Niño Jesús" o "Querido Santa". Nunca. 

¿Por qué comienzo entonces de esa manera? Ni idea. Terapéuticamente puedo inferir que es una  forma (muy loca) de reconocer que la magia es algo que - de una u otra manera - siempre hace falta en nuestras vidas. Como el ejercicio. 

Dicho esto la segunda aclaratoria es que no tengo dispositivos exclusivos para libros: ni Amazon u otra marca. 

Sin embargo, gracias a la revolución tecnológica de las aplicaciones, descargué en mi móvil este año la versión para Android de Kindle. 

Seguro que no es lo mismo pero, como no tengo referencia de nadie que posea un eReader, ha sido toda una experiencia. 

Lo único que lamento es no haberme animado antes aunque creo que no tenía un equipo que lo permitiera. 

Que nadie malentienda: por supuesto que he leído libros en digital pues el PDF es una gran cosa. Ideal, además, para quienes perdemos la agudeza visual en nuestra juventud prolongada. 

Pero lo que ofrece Kindle (Google Books se queda absolutamente corto) es mucho más. 

AMIGOS FIELES. No recuerdo en qué momento de mi vida me enamoré de los libros. Solo sé que fue temprano cuando descubrí la magia de las palabras hermosas, de las frases construidas bellamente; de las ideas expuestas con claridad y pulcritud. 

Quizás tenía nueve años. Tal vez diez. Solo sé que al ser tocada por ese hechizo, nunca más pude despegarme de los libros. No voluntariamente. 

Sufro de la maldición de muchos otros lectores de haber perdido (muchos) libros que eran importantes para mí en manos de ladrones (a veces descarados) para quienes nunca tendrán el mismo valor. 

Este amor que me ha acompañado toda la vida y que, incluso, influyó en mi elección profesional es algo que me define mejor que mi nombre, mi color de ojos o de piel.

Pero no ha estado tal relación exenta de lágrimas y desencuentros: hay una lista persistente de libros que he tenido (por regalos) o comprado una y otra vez que, sin embargo, mágicamente nunca están a mi alcance. No me lo explico. 

Faltan siempre, sin que pueda releerlos cuando me provoca, aunque sé que los adquirí para tenerlos a mano.

La maldición de Sísifo ha teñido de vacíos mi relación con estos amigos que, hoy y siempre, forman parte de mi. 



UNA PASIÓN FÍSICA. Por otra parte, soy creyente: estoy convencida de que, como el lenguaje, el libro es uno de los más grandes avances tecnológicos de la Humanidad. 

Hay que colocarlo junto con el desarrollo de herramientas y el amor por el juego. Esas pequeñas cosas que nos definen como especie. 

Por ello me resistí tanto a la opción digital. Todavía creo que vale la pena comprar libros para tocar y oler: es un hecho que no requieren electricidad así que uno puede acceder a ellos en cualquier parte y condiciones. Casi. 

Lo que hace maravilloso a Kindle en el celular es la sensación de que llevo a quienes amo en el bolsillo. O la cartera, para ser exactos. Allí, cerquita de mi. 

Además, Kindle ha facilitado mi lectura en inglés, acelerando un proceso en el que ya me había dado por vencida. 

Y aquí me detengo: nunca pensé volver a vivir la emoción de enamorarme de las palabras. Ese amor que me llevó a los libros. 

Este año fue al revés: una serie me empujó a un autor. Leí los libros en español y sentí la necesidad imperiosa de leerlos en idioma original… porque la traducción españoleta hirió de muerte mi disfrute en castellano latinoamericano. 

VACUNA ELECTRÓNICA. Por eso llegué a Kindle. Pero me ha permitido una renovación de los votos de amor por las palabras. 

Descubrí que la literatura, junto con la amistad, es de los mas hermosos inventos del ser humano, como lo consagra Aquiles Nazoa en su Credo. 

El regalo de Kindle me deja apropiarme de una lengua extranjera (varias gracias a Deborah Harkness) de manera tal que me he enamorado de leer, una y otra vez, como aquella niña que siempre llora por el viaje de El Principito. 

Lo leeré en francés el próximo año, cuando esté lista para llorar de nuevo de esa manera. 

Tocar posibilidades que ni se me habían ocurrido me lleva a dar gracias al Niño Jesús, quien me trajo mucho antes de Navidad una varita mágica para volver en el tiempo, evolucionar y cambiar mi año. Tal vez mi vida como lo hizo BlackBerry cuando me dio la libertad para escribir (y trabajar) en cualquier lugar. 

En su momento le di gracias al BB porque me permitía tener este blog, aunque no tuviera PC. 

Parece el destino que mis computadoras vivan poco o se dañen con frecuencia, de la misma manera en que mis libros favoritos desaparecen. 

Es otra cosa maravillosa que tiene Kindle: no tengo por qué tener sino aquellos libros que quiero leer. 

Con la generosidad de Amazon he recuperado libros que creí perdidos de mi vida para siempre, incluyendo el Decameron que tanta falta me hizo en pandemia. 

Así que me declaro amante de Kindle. Hasta que la muerte nos separe. Por favor, que nadie le venda esa empresa a Elon Musk.

Es bueno saber que, pese a las limitaciones infinitas de la madurez, para los adultos el "Querido Niño Jesús" no caduca en Navidad.