domingo, 19 de agosto de 2018

ECONOMÍA NARNIANA

"Si no puedes convencerlos, confúndelos", Ley de Murphy.

Elibeth Eduardo | @ely_e

No me gusta especialmente la serie The Magicians, pero los esfuerzos de los más frívolos de estos universitarios por gobernar un país imaginario que – al igual que la Ínsula Barataria – está en quiebra resulta casi la más entretenida de todas las aventuras mágicas de los protagonistas.
Y es que su ineptitud, arrogancia e ignorancia sobre temas económicos y/o de gobierno mete en problemas mortales a los jóvenes monarcas y, por supuesto, a sus súbditos.
Después de contemplar el manejo despiadado del poder en Games of Thrones o House of Cards, ver que el gobierno de un territorio luce como una matinée con guarapita de parchita en la mansión de la Barbie puede resultar hilarante. En realidad es aterrador.
Esa debe ser la intención del autor de las novelas, Lev Grossman: un esfuerzo por mostrar que ser responsables del destino de otros no es para amateurs ni – mucho menos – un juego de niños como podría pensar algún creyente de las historias sobre los infantes que viven la (breve) aventura de reinar en Narnia.
COMO EN LAS MALVINAS. Un sentimiento similar a esa combinación de gracia, ansiedad, estupor y hasta un poco de lástima fue la que tuve mientras el presidente Maduro se ahogaba de alergia (¿o era gripe?) mientras presentaba un programa de ajuste macroeconómico que, para muchos, resulta devastador. Incluyendo al mismo Maduro.
Sus síntomas denotaban que hubiese preferido no tener que comerse sus discursos de los últimos cinco años y – mucho menos – las palabras y acciones de su jefe desde su campaña presidencial en 1998.
Así, pese a sus promesas altisonantes de que ("ahora sí") estaban jodiendo a las "ratas" de las mafias del dólar, el efectivo y la gasolina, lo cierto es que la mitad de lo que dijo era la admisión de que su gobierno perdió la guerra económica… y parece que él no lo sabía.
Tanto su voz quebrada como su ahogo me recordaron algunos testimonios de argentinos asombrados cuando la dictadura de los coroneles perdió el conflicto bélico que había iniciado con Reino Unido para distraer a la población y lograr que un triunfo borrara todo el horror de su gestión.
– Che… pero si íbamos ganando… – decía el sollozante que le había comprado a un gobierno de esbirros algo que el deseaba (desesperadamente) creer.
La Guerra de Las Malvinas fue una de las peores muestras de lo que la profesora Gloria Cuenca denominaba el "voluntarismo anómico latinoamericano", encarnado en esa parodia de Bolívar que Gabriel García Márquez bautizó como Aureliano Buendía.
VARITA ROTA. La tristeza de Maduro por perder la guerra que, en realidad, le declaró Voldemort al país es nacionalmente compartida ahora que es claro que el "millardito" pedido al Banco Central nos puso en la ruta para vivir la peor hiperinflación de la historia de la humanidad, luego de dejar pálidas a todas las de América Latina. Lo más terribles es que el Galáctico no vivió para ver su "legado".
Una vez más el país entra en shock al "descubrir" que la Economía es una ciencia porque explica cosas que son inexorables y se rien (a carcajadas) de cualquier voluntarismo.
El reconocimiento presidencial de que "hicieron magia" para "cuadrar" el programa con el que esperan abatir la hiperinflación, destruir el paralelo y "recobrar" el control sobre la economía indica que ellos quieren estabilizar para volver a empezar a cometer los mismos errores. Cambiar la varita rota.
Lo peor es que quienes ahora acusan de criminal, neoliberal y/o comunista al "paquete" de Maduro en realidad padecen de su misma racionalidad: creen que la economía es cosa de magia.
Por eso esperan que regrese un país (que no volverá) donde se puede ser rico sin ser eficiente, productivo o trabajador.
Quieren un país con el bienestar y la prosperidad de los países que visitan o a los que emigran pero sin pagar impuestos, servicios o el valor de la gasolina.
Unos y otros quieren prosperidad con un ajuste que funcione pero que no cueste nada y, mucho menos toque sus privilegios.
Como niños, aspiran residir en un mundo de golosinas y almuerzos gratis.
Vivir en Narnia.
Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.

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