domingo, 6 de abril de 2014

Efecto MARIPOSA, Efecto LUCIFER (2/2)

ELIBETH EDUARDO

Lo primero que diré es que no he leído el libro "El efecto Lucifer: del por que de la Maldad" o "Lucifer Effect: Understanding How Good People Turn Evil" que me parece mucho mejor nombre. También diré que me gustaría tenerlo en papel y no sólo la versión digital que ahora poseo y que no me ha permitido leerla en el Metro o en la cama.
Afortunadamente, este no es un artículo académico y el llamado Efecto Lucifer no sólo está registrado desde que ocurrió el ya famoso experimento de la prisión de la Universidad de Stanford sino que, además, está lejos de haber sido "inventado" por Phillip Zimbardo (http://www.lucifereffect.com).
Por desgracia para la humanidad, los juicios de Nüremberg, la inquisición, la conquista de América (ambas), la Revolución Francesa y hasta el decreto de Guerra a Muerte nos refieren este "fenómeno" de la conducta humana que, para el creador del experimento y autor del libro es "situacional", con motivaciones "grupales" y refuerzos "sistémicos".
Por fortuna, repito, esto no es un escrito académico. No tengo que confrontar la aproximación de Zimbardo. Tampoco contrastarla con otras posibilidades o teorías. Ni siquiera tengo que estar de acuerdo. Sólo tengo que decir que, nunca como hoy en Venezuela es una mala noticia saber que las personas buenas pueden hacer cosas terribles. Inauditas. Aberrantes. Aterradoras.
Y es que, sin duda, es mucho más fácil creer que esas cosas pasan por simple maldad.

¿Y SABÍAN QUÉ NO ERAN DELINCUENTES? En realidad, la angustia me llevó a buscar información sobre indefensión aprendida. Esas palabras en Google me devolvieron, directamente, referencias sobre este libro. Hay muchas. La primera que leí me resultó una epifanía que respondía y redirigía mi ansiedad y mi necesidad de explicaciones.
En la mañana, al referirle a mi cuñada me preguntó justo lo que indica éste intertítulo y, además, le costó entender por qué le decía que saber que todos allí estaban como voluntarios era irrelevante.
Pero su sorpresa cuando se lo dije, en cambio, era significativa. Esa pregunta, en apariencia lógica y de rigor, dejaba ver uno de los aspectos más perturbadores del "experimento": señalamos con horror a los abusivos y olvidamos a los que permitieron que ocurrieran las cosas, por un lado, y los que los JUSTIFICARON por el otro. Quizás no lo aplaudieron, pero seguro lo racionalizaron.
Visto así, lo más grave de esa pregunta es que, al parecer, siempre habrá algún grupo al que no sea "tan malo" someter a tratos crueles e inhumanos. Esclavos, mujeres, indios, negros, budistas, herejes. Delincuentes. Enemigos. Opositores fascistas... Colectivos.
Y, en este punto, el infierno en la tierra que llamamos "genocidio" se hace natural y - casi- lógico.
Por los clavos de Cristo...

CONDUCTISMO AVANZADO. No obstante, para mi el mayor horror del Experimento de la prisión de Stanford no está en los agresores y sus cómplices "inocentes", como el personaje conmovedor, maravilloso y perturbadoramente indiferente que le dio el Oscar a Kate Winslet en The Reader.
No. Quienes más me duelen son los oprimidos quienes, gracias al azar, se hermanan con los perritos de Pavlov y los que creen que saldrán de abajo gracias a la lotería y otros juegos que dependen de la diosa Fortuna.
Y es que entre los presos (los oprimidos) aparecen los delatores, colaboracionistas, lame botas o "sapos", detestados con todos sus nombres y variantes por todas las culturas. Pero ellos, tampoco, son los malos del cuento.
Ellos creen, debido al azar y la arbitrariedad de la asignación de premios y castigos, que se pueden salvar del horror. Salir beneficiados. No perciben que todo el "sistema" está desarrollado para que crean eso. No importa lo que hagan o dejen de hacer, siempre estarán jodidos.
El "experimento" nos muestra la fase superior de la indefensión aprendida que desarrollaron los perritos de Pavlov. ¿Los recuerdan? Al no saber qué tenían que hacer para evitar los castigos, se quedaban parados recibiendo los corrientazos. Resignados. Indefensos. Cansados de tratar de hacer lo mejor para ellos, fuera lo que fuera.
Aprendieron estos canes la gran consigna de los totalitarismos que, magistralmente, recrea Gene Roddenberry en la voz de los Borg de Viaje a las Estrellas: "la resistencia es fútil" (http://t.co/I6qj1iEZ).
En esa fase superior, los oprimidos se convencen de que es preferible tratar de ganar misericordia, paz, una casa o una tarjeta de abastecimiento con descuento al ponerse del lado del opresor. Para evitar el dolor, se aferran a la superstición. Se colocan, también, entre los que justifican el abuso. Si no te metes en vaina y los dejas hacerle a "los otros" esas "cosas", vas bien...
Ese, para mi, es el aspecto más aterrador del "experimento" de Zimbardo porque estoy segura que es una lección que el G2 aprendió de los soviéticos. La mayoría de nosotros suele olvidar que los perritos de Pavlov también eran rusos y sus hallazgos alimentaron a sus cuerpos de "inteligencia".
Pero Zimbardo nos recuerda que resistir al "sistema", la "situación" y los "grupos" es posible. Si no lo fuera, el efecto Lucifer hubiese logrado nuestra extinción hace milenios. No hubiese santos ni héroes.
Ni hombres como Mandela, que lograron ser mejores de lo que parece posible, aunque su mérito, en realidad es ser humanos. MUY humanos: empáticos y capaces de entender, de respetar (más que tolerar) el dolor y miedo de esos "otros" a los que deberían odiar.
Como bien dijo García Marquez en su discurso al recibir el Nobel: "nuestra respuesta a la muerte ha sido siempre la vida" ( http://bit.ly/1lCrdDc ). Así lo hizo Alemania. También Sudáfrica. Las otras "salidas", en realidad, son fosas comunes.
Sí, rechazar el totalitarismo, el miedo, el odio, la derrota, la maldad y la locura es agotador. Pero, también, un imperativo categórico. Resistir hasta vencer. No queda otra.
Y es en este punto en el que me da fuerzas para seguir recordar una luminosa frase del filósofo que los nazis usaron como excusa para su delirio asesino. Decía Nietzsche que "hace falta llevar caos por dentro para dar a luz una estrella danzante".
Del caos - no del orden - nacen las estrellas...

NOTA: Las fotos son del ojo virtuoso de Alfredo Sainz Blanco en algunas de las batallas en Chacao
Enviado desde mi dispositivo movil BlackBerry® de Digitel.