domingo, 21 de octubre de 2012

EL OTRO PAÍS

ELIBETH EDUARDO

La foto que acompaña este trabajo fue tomada en el cierre de campaña de Henrique Capriles Radonsky en la avenida Bolívar de Caracas.
La tome para usarla en mi artículo de ese día... pero no pude escribir.
Una angustia terrible me invadió después de marcha. En realidad, dos.
La primera angustia tenía que ver con lo que sentía de aquella indiscutible multitud: una esperanza, una certeza... una convicción y una alegría infinita hija de una creencia que no admitía discusión: el triunfo de "el flaquito" estaba cantado.
No podía ser de otra manera. Íbamos a ganar. Nadie allí (salvo yo, quizás) estaba dispuesto a aceptar racionalmente un resultado diferente.
Jamás.
Ni de vaina...

LO QUE NO VI. Esa poderosísima energía que me hizo creer que el triunfo no sólo era posible sino probable me produjo, sin embargo, angustia por su obcecación. Qué pasaría si el CNE no validaba la certeza de esa masa? Y me quedó en el artículo "ESA".
Porque la segunda e inconfesable angustia estuvo asociada a lo que no vi: nadie distinto a Voluntad Popular hizo un trabajo de movilización efectiva en los sectores populares.
No habÍa suficiente "pueblo".. Y yo, que no quería aceptarlo, acuse el hecho inconscientemente y viví la angustia.
Sin suficiente pueblo no podíamos ganar... pero era muy difícil que la gente que estaba allí creyera que no éramos mayoría.
Y la verdad, dolorosa y triste, es que no lo somos.

EL OTRO PAÍS. No comulgó con quienes sienten que no son "parte" del país que apoya a el chavismo. Esa idea, en si misma, es el triunfo de esa ideología.
Porque significa que la mujer que me ha peinado el pelo durante cuatro años y que tiene un nieto de la misma edad de mi sobrino cuyas fotos nos intercambiamos una vez a la semana, forma parte de una "realidad" a la que no pertenezco, no reconozco ni acepto cerca de mi. Yo no soy como ella, aunque su nieto y mi sobrino vivan en el mismo país de los niños consentidos.
Tampoco entiendo porque debo descontar de "mi país" al mensajero que también vende las películas quemadas compradas por el resto de mis colegas los fines de semana.
Ellos, mi peluquera y el mensajero, son chavistas... Y también son la Patria. MI PATRIA.
Se que sueno como si fuera loca cuando digo que la seguridad social que hace militante a Juan Carlos Mendez Guédez (@mendezguedez) en España es lo que impulsa a votar por Voldemort a buena parte del pueblo chavista.
Tambien tengo claro por qué sueno como loca: las misiones no sueñan con alcanzar a brindar la calidad de vida que defienden a muerte hoy día griegos y españoles.
Pero, para demasiada gente en Venezuela representan una mejora en la calidad de SU vida... a la que no quieren renunciar.
Y la tragedia del país hoy es que hay dos bandos enfrentados por la esperanza de una mejor y mayor calidad de vida que piensan que el OTRO no les permitirá tener.
Pensar que hay que "derrotar" al pueblo chavista para derrotar al chavismo es nuestra mayor tragedia pues es el triunfo ideológico del gobierno: nos volvieron chavistas a todos... aunque votemos distinto.
Lo dije en mi último artículo: hay que derrotar al chavismo políticamente antes de hacerlo electoralmente.
Eso significa dejar de actuar como chavistas y respetar, comprender y reconciliarnos con los compatriotas de ese otro país.
Convencerlos (si, convencerlos) de que es Voldemort y su socialismo el enemigo del futuro de sus hijos. No la Polar, la empresa privada o quienes hemos estudiado en universidades distintas a la UNEFA y la Bolivariana.
Si no, el gran triunfo no llegará ni con la muerte del caudillo.
Punto.

MIRANDA ES STALINGRADO. Antes de darle la razón al maestro Fausto Masó en que el estado Miranda es Stalingrado y hay que defenderlo del retorno del chavismo a la gobernacion con la vida misma, quiero hacer público mi reconocimiento y gratitud a Henrique Capriles Radonsky (@hcapriles) por haber sido el líder necesario para esta lucha durante su campaña admirable.
Gracias por encabezar nuestros sueños y darle forma a nuestras esperanzas. Ojalá decida encarnar a aquellos de nosotros que no podemos pensar en un plan B que no sea luchar hasta la muerte por el país que queremos, aquí, en la tierra de nuestros padres, sobrinos y abuelos. Ojalá nuestra batalla siga siendo suya.
Y ojalá mi miedo en su acto de final de campaña sea en vano y nuestra (no es sólo suya) derrota electoral nos ayude a aprender de los errores y no nos lleve a repetir los superados.
La abstención en las elecciones regionales no es castigo sino rendición suicida.
Y Miranda es y debe ser Stalingrado.
No hay alternativa.
Enviado desde mi dispositivo movil BlackBerry® de Digitel.

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