lunes, 5 de marzo de 2018

EL ESTALLIDO DE FEBRERO Y EL PAÍS DE NUNCA JAMÁS

“Más allá de las trampas de la pasión; de las burlas brutales de las ilusiones y los espejismos de los desengaños”, Gabriel Garcia Márquez en El Amor en los Tiempos del Cólera

Elibeth Eduardo | @ely_e
Decía con frecuencia el doctor Ramón J. Veasquez en sus tertulias de los martes en la Fundación Francisco Herrera Luque que el había conocido tres Venezuelas.
Y eso no tenía nada que ver con el país “de colores” que, – por aquel entonces – era la “hipótesis” de Luis Pedro España y que replanteaba, también, las identidades regionales.
No. Las Venezuelas de RJV tenían más que ver con la ruralidad sometida del gomecismo y postgomecismo; los inicios de la modernidad petrolera y el desarrollismo con la caída de Medina y de los adecos primigenios, seguidos de Pérez Jiménez.
La tercera Venezuela era la democrática: esa en la que creció mi generación, la que siguió a la “boba” de Chirimos.
Tomando en cuenta que la “boba” corresponde a buena parte de los funcionarios civiles y militares que han liderado y gestionado estas dos décadas de chavismo, quizás haya que reconocer (desde lo más profundo de la náusea) que el primer psiquiatra psicópata de la revolución tenía razón.
LAS LAPAS DE LOS CACHICAMOS. Cuando se comenzó a hablar de Voldemort y, finalmente, se presentó como candidato, el Dr. Velásquez repetía con frecuencia – pero suavemente – que lo único nuevo bajo el sol de este país era la democracia, dejando en claro que el discurso del barinés ex-golpista no lo impresionaba.
Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Velásquez había tenido noticias de su carisma de cantante de música llanera y, por supuesto, sabia que la Academia Militar si hay algo que ha producido con regularidad y eficiencia es conspiradores.
Quizás hasta que la intervinieron los cubanos, consciente el Galáctico de que tantas espadas juntas requieren de muchas y muy bonitas mujeres para ser apaciguadas. O plata para tenerlas (a las mujeres, no a las espadas).
De allí el fundamental “programa de gobierno” que ha permitido todos los rebusques inimaginables a los uniformados y que nos ha traído hasta el actual valle inundado de lágrimas.
Destruyeron en la mitad del tiempo lo que a la República Civil le llevó 40 años construir con una sola ventaja: quienes no saben que Pérez Jiménez sólo ejecutó los planes que tenían los adecos en el 45 ahora saben que las cachuchas no son garantía ni de grandes construcciones ni de orden.
Pero si de dictadura.
ESE LUNES, 27F. No pude oír nunca más a Velásquez después de que comenzó la era chavista.
Pero cuando uno escucha a los grandes íconos de la diáspora como Boris Izaguirre o Juan Carlos Méndez Guédez decir que fue el 27F (no el chavismo) el momento en que la Venezuela que extrañan desapareció, sabe a lo que se refieren los gringos con la marca de una generación. Son las experiencias significativas y las vivencias compartidas de las que nos hablan los fenomenólogos sociales.
Todavía se discute el número de muertos. Hay quienes sólo recuerdan el saqueo y piensan que fueron esas imágenes los que marcaron al país hasta el día de hoy.
La verdad es que la cobertura mediática de los destrozos nunca más se repitió. Por si acaso: ya los medios no transmiten saqueos en vivo y el chavismo hasta lo prohibió.
Para los reporteros gráficos que trabajaron ese día (ver el libro “El Estallido de Febrero“) la “marca” del 27F y los días restantes fue la actuación de las FAN: la masacre en los barrios. Viendo los desastres colosales que ha habido en Cumaná y Ciudad Bolívar en los últimos dos años, habrá quien concluya que fueron los muertos los que definieron nuestros destinos luego de esa semana de terror.
De nuevo, puede que la fenomenología tenga una explicación más profunda y más simple: la experiencia colectiva, el trauma en nuestra sociedad de que “eso” nos pasara a nosotros es lo que la hace memorable. Quizás insuperable.
La buena noticia es que, gracias a la hiperinflación, la escasez y la agudización del déficit democrático, ya ni el chavismo celebra estos eventos… solo para evitar cualquier detonante.
Después de todo, el Caracazo (en teoría) pasó por muchísimo menos de lo que estamos viviendo en la actualidad. ¡Y nosotros que creímos que era el fin del mundo!
Pero fue sólo la burbuja, la ilusión de país rico el único “mundo” que se acabó. Y aun no queremos creerlo.
Que cosa.