domingo, 26 de septiembre de 2010

Para ver "Hermano"


ELIBETH EDUARDO

ADVERTENCIA: Como ocurre siempre en estos casos, quiero hacer notar que esta no es una crítica de cine, aunque el tema sea una película. No tenemos formación para ir más allá de una honesta opinión fundamentada que genera un comentario. Humildemente.
A pesar de eso, creemos que, para aprovechar mejor la experiencia extraordinaria de ver la opera prima de Marcel Rasquin, "Hermano", es bueno haber visto la ganadora del Oscar de Danny Boyle, Slumdog Millionaire (2009).
Del mismo modo, se recomienda también ver previamente "Invcitus"... verla también después de ver "Hermano".
¿Por qué? Porque son tres películas que tienen un mismo protagonista "fantasma", no declarado, que se va construyendo imperceptiblemente a lo largo de las películas, a pesar de los horrores que estás historias cuentan: la esperanza.

Oscar a la Fe. De "Hermano" puedo decir lo mismo que ya dije de Slumdog Millionaire: el guión vale más de un Oscar y es única en la cinematografía venezolana.
Única no sólo porque usa técnicas de producción guionística auténticamente profesionales sino porque aborda el tema de la violencia, nuestros barrios y su pobreza de una manera que está muy lejos de lo que es tradicional en el cine nacional y apartado por completo de cualquier visión "tercermundista" del fenómeno de la violencia o la pobreza.
Debo parar en este punto para decir que estaría gratamente sorprendida si "Hermano" ganara el Oscar a la Mejor Película Extranjera: creo que ese premio lo reciben películas que son, en sus conjunto, extraordinarias. Cinematográficamente hablando....
... y "Hermano" es un gran guión, una gran historia y una lindísima película. Pero no sé si se pueda clasificar como "extraordinaria" en Los Angeles. En Caracas es espectacular y marca un "antes" y un "después" en el cine venezolano. Espero, de corazón, que eso sea bastante para sus productores, promotores y director.
Volviendo a las (injustas) comparaciones: la historia de dos hermanos que pierden a su madre en un ambiente de gran pobreza pueden parecer más que una coincidencia entra las obras de Boyle y Rasquin y, aunque sus extraordinarios guiones logran que soportemos finales predecibles, hasta allí llega la comparación.
Salvo por algo que señalamos: en nuestro post "Oscar a la contracultura" (01/03/2009): el hecho de que buena parte de un país pueda hacer suyo el triunfo de uno de sus "pequeñitos" y que la esperanza, entre tanto horror, sea creíble le valió el Oscar (para nosotros) a Boyle... y debería dárselo a Marcel Rasquin.
Debería haber un Oscar para quienes hacen tangible la Fe.
Lástima que no lo hay...
El "madiba" de Eastwood. Y paso de Boyle a Eastwood para destacar un mérito que para mí, no tiene la obra del inglés: el logro de su personaje es proyectable más no proyectivo.
En cambio, aunque la Suráfrica de hoy no es la "Nación Arcoiris" y quizás nunca lo sea, en INVICTUS vemos un sueño que trasciende a un hombre para transformarse en la inspiración de una nación. De una sociedad.
La Academia, por supuesto, se dio cuenta de que más grande que Damon, Freeman o Eastwood: el grande era y es Mandela y lo que pudo inspirar (todavía inspira) con su liderazgo positivo.
Ambos directores, Eastwood y Boyle, se concentran en un hombre y en un sueño... Pero sólo Mandela hace de un sueño un proyecto de país y no un golpe de suerte.
Y es esa búsqueda del sueño colectivo lo que más le agradezco a Marcel Rasquin.
Gracias a su mirada honesta y sin sifrinismo, la de Boyle luce sospechosamente asombrada y distante: como si no pudiera creer lo que el paria fue capaz de lograr.
La mirada de Marcel Rasquin. En cambio, Rasquin nos vende un sueño personal que bien puede convertirse en inspiración colectiva, sin regodearse (como Boyle) en la miseria: ella hace al sueño más bello, más difícil, más caro... pero no es la gran protagonista como en Slumdog Millionaire.
Es ese acercamiento lo que más le agradezco a Marcel Rasquin: ese que deja claro que la miseria engendra malandros para castigo adicional de quienes habitan en la pobreza. La mirada de Marcel Rasquin le dice a una parte del país para la cual quienes viven en los barrios son desconocidos que, sin embargo, no son tan diferentes: comen torta, se enamoran, les roban sus cosas y quieren lo mejor para sus hijos.
Por eso, en la Venezuela de hoy, "Hermano" es un canto a la esperanza. A la reconciliación como aspiración de todos. Como necesidad
No es poca cosa: activar la esperanza. Significa que el sueño individual debe convertirse en logro colectivo, en visión y misión de país, en aspiración nacional.
Y eso sólo será posible si repudiamos la primera escena de "Hermano" con la misma intensidad con la que el país se estremeció por la ya famosa foto de la morgue de Bello Monte publicada por el diario El Nacional, con la cual quiero cerrar este trabajo: el día en que NO nos conmueva un bebé llorando en un basurero mientras una multitud es completamente indiferente, montones de cuerpos apilados en el suelo resultaran "normales" y "cotidianos".
Es eso, justo lo que no podemos permitir que nos pasé como sociedad: perder el valor del futuro es perder el valor de la vida. La del bebé y la nuestra. La de todos. La de cualquiera.
Permitir que nos gane (de nuevo) la comodidad y la indiferencia es permitir que la miseria nos habite adentro y que la conmovedora foto publicada como editorial por El Nacional (gracias a las bolas de mi amiga Ronna Rísquez) nos deje de importar.
Ser indiferente es morir socialmente.
Por eso es que hoy hay que ir a votar...



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